18 abr 2011

EUROPA DE LARS VON TRIER
Crítica extraída de muchocine.net
Escrita por: José A. Peig


“Europa”, de Lars Von Trier, constituye un objeto único por su significado y su forma. La idea fundamental del texto base consiste en una inmersión en las profundidades de la mente del narrador omnisciente que se hace explícito mediante voz en off (Max Von Sydow en el original). Son los miedos, fantasmas e inquietudes escondidos en la mente de Trier los que van desfilando disfrazados de amargo llanto por el continente europeo y su desgraciada historia reciente y presente. Aunque el argumento se sitúa en la alemania nazi de post-guerra, las situaciones, las palabras, los gestos, los tramas de conspiración, el odio y la irracionalidad que motivan a los distintos entes que conllevan la esencia de los personajes humanos, son elementos del más inmediato presente, pasando por la guerra de los balcanes o cualquier conflicto latente entre los “nuestros” y los “otros” que todavía amenazan la convivencia pacífica de algunas zonas de Europa ( Irlanda, País Vasco). Por tanto, una parte del contenido temático consiste en un llanto elegíaco en torno a conflictos universales desde un marco contemporáneo.

En otro estrato del contenido, aparece un motivo constante en la filmografía del realizador danés, la figura del inocente perdido entre el bosque de conflictos, víctima de los intereses de unos y otros, conocido como Leo Kessner. Es, al mismo tiempo, protagonista y observador imparcial, materialización de la conciencia del espectador, la que va siendo guiada por la voz en off según el viaje que nos propone Trier. Un viaje lleno de sombras y fantasmas que atosigan con su rol de personajes corruptos o esclavos de sus asesinatos o complicidades con los organismos implicados en la contienda.


Ése es otro de los constituyentes básicos del contenido: su tonalidad onírica, propia de una atmósfera imaginada por Franz Kafka, y aquí Trier fija el pulso de su cámara en un espacio visual que contenga la máxima información posible para tal fin: la profundidad de campo y la ordenación de los distintos perfiles a escena siempre busca posicionar a Leo Kessner en un punto de neutralidad respecto al conjunto restante, pero, ante todo, subraya la sensación de ahogo entre el acoso, los imperativos y el engaño perpetrado por dicho conjunto de entes Kafkianos.

En cuanto a la escritura, el guión recoge distintos carices temáticos y emocionales: tonos satíricos y/o sarcásticos, melancolía, decepción, Apocalipsis, paranoia, amor, desamor, aprecio, desprecio. Es fascinante lo magníficamente estructurados que estan toda esa cantidad de tonalidades y Lars Von Trier lo logra mediante una sencilla historia de amor y desengaño en un ambiente de hostilidades ideológicas, nada original en ese sentido. Pero la trascendencia de Europa no reside en la historia, sino el cómo es abordada: la imaginación visual de Trier queda patente en numerosísimos planos, travellings y en el uso de los recursos cromáticos para crear distintas dimensiones narrativas dentro de un mismo relato y en una misma escena, de lo cual se produce una intencionada ambigüedad-confusión entre lo real y lo irreal, acentuando así el carácter onírico de la representación.

La destrucción final viene precedida por las tensiones en el marco psicológico de Leo Kessner, el cual, superado por la banalidad y la estupidez percibida en sus semejantes, decide que, al fin y al cabo, el genocidio es la única salida, siguiendo el hilo más turbulento de las inquietudes de Trier, como ya vimos a propósito de “Dogville”.


En vista de todo esto, “Europa” viene a ser un juego intelectual y creativo de su autor, caprichoso en la elección de los temas y las formas utilizadas, de enorme variedad, pero no en su construcción e intención últimas, que es la de comunicar un universo de imágenes que surgen de sus pesadillas y de los peores recuerdos autobiográficos, organizados y representados mediante una alegoría dantesca sobre los conflictos en nuestra civilización moderna y sobre el peligro de la incomunicación y la soledad. Mejor dicho, el peligro de la incomprensión, que es el factor que puede hacer que, cualquiera de nosotros, en un huida desesperada, tomemos la decisión de activar la bomba que da paso al horror.

Terminando, y atendiendo a sus grandes cualidades en el orden temático (por tratar temas complejos con una estructura eficaz), a la policromía visual en consonancia con la multifacética representación de estados emocionales y narrativos, por estar dotada de un sello personal lo cual la convierte en una pieza única, y considerando que el arte debe producir obras genuinas, obras de las cuales se dice en coloquial expresión: “sólo él pudo hacer una obra como esa”, o sea, que parte de la idiosincrasia del autor nos sea regalada mediante su producción estética (nos regala, en cierto modo, una visión del mundo que enriquece y amplía la del propio espectador, por eso tiene mucho más valor intelectual que limitarse a ofrecer una visión manierista o panfletaria, es decir, una visión no creativa y fosilizada, como ocurre en el discurso de Spielberg en “Salvar al soldado ryan“, el cual no es más que una mera copia del discurso estatal norteamericano. El arte es mucho más que eso...) , desde “Imágenes y Palabras” no nos queda otra opción que la de calificar a “Europa”, de manera indiscutible y absoluta, como obra de arte.

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